Marzo 29, 2024

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Las Murallas Renacentistas

Murades RenacentistesLa construcción de la muralla renacentista de Eivissa se inscribe dentro del plan de modernización de las defensas costeras del Mediterráneo, impulsado por Carlos I y Felipe II para mantener y defender los territorios de la Corona española en una época de conflictos bélicos con Francia y el imperio otomano.

El proyecto fue diseñado por el ingeniero Giovani Battista Calvi que se encontraba en la isla cuando comenzaron las obras a principios de 1555. En la primera fase se construyeron seis baluartes: Sant Jordi, Sant Jaume, Sant Pere, Sant Joan, Santa Tecla y San Bernat. Hacia los años 70 del siglo XVI, el proyecto original fue modificado por el entonces ingeniero de la corona Jacobo Paleazzo Fratín; que proyectó la construcción de un nuevo baluarte -Santa Lucía- y la ampliación del de Sant Joan, además de cambiar la ubicación del acceso principal, la Puerta del Mar (tambien llamada de Ses Taules), que se abrió en la cortina que une los baluartes citados.

El nuevo sistema defensivo de la ciudad reseguía el perímetro de la fortificación existente, sustituyendo las antiguas cercas medievales por modernos lienzos y baluartes ataluzados. El proyecto recogía los avances de la arquitectura militar desarrollada en Italia durante la primera mitad del siglo XVI, que fueron introducidos en la península por Benedetto de Rávena que trabajó para Fernando el Católico y Carlos I, y el ingeniero Giovani Battista Calvi que durante años estuvo al servicio de Felipe II.

El proceso de construcción de las murallas y otros pormenores se conocen por la documentación de la época, y sobre todo por la correspondencia de los ingenieros con la Corona, que son la fuente principal para conocer la marcha de la obra, marcada por la intervención de dos ingenieros cuya actuación permite distinguir dos fases en el proceso de construcción del recinto. La primera, entre 1554-1575, corresponde a la plasmación del proyecto de Calvi; y la segunda entre 1575-1585 refleja la rectificación de la traza realizada por Fratín.

Las obras comenzaron en enero de 1555 bajo la supervisión directa de Calvi, que inició la traza por la parte de poniente, la más débil de la ciudad; construyendo los baluartes de Sant Jordi y Sant Jaume. Cuando el ingeniero abandonó la isla, en marzo de 1555, los baluartes de poniente se hallaban muy avanzados y ya se había iniciado el del Sant Pere. Con su marcha las obras prosiguieron más lentamente, alternandose con épocas de inactividad. Hay noticias que indican que en 1563 se estaba trabajando en la cimentación de los baluartes de Sant Joan y Santa Tecla y cinco años después se construía la cortina entre ambos. Al final de la década de los sesenta se iniciaba el último baluarte de la traza de Calvi, el de Sant Bernat, frente al Castillo; y años después se trabajaba todavía en el “Cuerpo de Guardia” de la Puerta del Mar, que Calvi proyectó para el extremo oeste de la plaza de Vila.

Las obras de la fortificación dieron empleo a un buen número de picapedreros, canteros, y obreros locales. Entre ellos cabe destacar al “mestre” Antoni Jaume, que por su habilidad y maestría fue instruido directamente por el ingeniero para que, durante su ausencia, siguiera con el proyecto. Antoni Jaume informaba regularmente al ingeniero de la marcha de las obras hasta su desaparición, en 1562, en un viaje que hizo a Perpiñan para encontrarse con Calvi. La persona que le sucedió al frente de la obra fue el maestro mallorquín Antonio Saura Cobo, que trabajó durante varios años en la construcción de los baluartes de Sant Joan y Santa Tecla y en la cortina entre ambos.

El año 1575, Fratín llegó a Eivissa para inspeccionar las obras de la fortificación. En su primera visita observó la existencia de un barrio extramuros, situado en el promontorio del Puig de Santa Llúcia, y consideró conveniente protegerlo. Para ello tuvo que realizar una rectificación de la traza de Calvi, reorientando y ampliando el baluarte de Sant Joan y construyendo el de Santa Llúcia, con su correspondiente cortina; en la que se abrió la puerta principal del recinto.

La ampliación de la muralla conllevará la expropiación de terrenos y la incorporación de nuevos ingenieros y maestros de obra. El propio Fratín instruyó al ingeniero Juan Alonso Rubián que se desplazó a la isla para hacerse cargo de la obra, de la que se conocen diversos detalles a través de su correspondencia con Fratín, que permite también conocer el avance del proyecto. En noviembre de 1578 se rectificaba el baluarte de Sant Joan y se trabajaba en la construcción del revellín y medio Caballero adosado al baluarte de Santa Tecla. Además, el ingeniero realizó intervenciones menores en las casamatas y baluartes de la traza de Calvi, a fin de dotarles de mayor seguridad. Alonso Rubian también mandó construir el paso del Soto Fosc, como se deduce de una carta suya que dice que: “...ha mandado abrir una calle para entrar cubiertos en la muralla...” Durante la década de los años 80 fue levantado el baluarte de Santa Llúcia, la cortina con el de Sant Joan y la puerta del Mar, más conocida como Portal de Ses Taules, que se inició hacia 1584.

La puerta, de carácter monumental, está flanqueada por dos estatuas romanas y sobre el arco de la entrada una gran lápida conmemorativa con las armas de Felipe II, el escudo de la ciudad y una inscripción en la que figura la fecha de 1585. Fecha que no corresponde con la finalización del recinto ya que durante la última década del siglo XVI continuaron las obras, dirigidas por un nuevo ingeniero, Antonio Saura, hijo de uno de los maestros que trabajaron en la fase anterior.

En la última década del siglo XVI fueron completándose los remates de los baluartes con parapetos y casamatas, finalizaron las obras del Cuerpo de Guardia, situado en la entrada de la puerta principal y finalmente, se introdujo una reforma en el baluarte de Sant Pere, al que se le añadió el Caballero de Sant Lluc; que Antonio Saura había proyectado y cuyo dibujo fue remitido por el Gobernador al monarca.

Necrópolis Púnica de Puig des Molins

El Puig des Molins fue el cementerio de la ciudad de Eivissa durante toda la Antigüedad. Está situado unos 500 m a poniente del puig de Vila, donde está emplazada la ciudad desde su fundación por fenicios occidentales a fines del siglo VII a.C. Así, como es habitual en las ciudades fenicias, el espacio de los vivos y el de los muertos estaban cercanos, aunque separados por un accidente geográfico, en este caso una pequeña vaguada (actual calle de Joan Xicó). Su nombre deriva de la existencia de molinos de viento en su cima desde al menos el siglo XV, aunque hoy solamente quedan los restos, largamente en desuso, de algunos de ellos.

Como consecuencia de la explotación agrícola del yacimiento en los últimos siglos, su superficie fue abancalada y cubierta de frutales, principalmente olivos, así como algunos almendros, algarrobos e higueras, generalmente plantados en los pozos de acceso de las tumbas. En la actualidad, debido a la interrupción de las labores agrícolas en las últimas décadas, toda su superficie se encuentra cubierta por una capa de sedimento con espesa vegetación arbustiva, que oculta la mayor parte de las sepulturas existentes. De éstas exteriormente sólo son visibles 340, la mayoría de ellas tumbas de pozo y cámara excavados en la roca, de época púnica, denominadas "hipogeos". Sin embargo, el número de real de las mismas -sin contar otros tipos de sepultura- se estima en torno a las 3000.

El cementerio inicial, establecido a fines del siglo VII a.C. por los fenicios que fundaron el establecimiento de la bahía de Ibiza, ocupaba una zona concreta de entre 6000 y 10000 m2 de extensión, en la parte baja de la ladera. En época púnica (desde finales del siglo VI a finales del I a.C.), el cementerio experimentará un enorme crecimiento como consecuencia del desarrollo de la ciudad, siendo su extensión de aproximadamente 5 Ha. En época romana (siglos I-V d.C.), el área cimenterial se extiende desde la parte baja del puig des Molins hacia el Norte, hasta alcanzar la Avenida España e incluso la calle Aragón en los siglos de la Antigüedad Tardía (VI-VII d.C.).

Bienes Naturales: la Posidonea oceánica

PosidòniaEl mar actúa como elemento privilegiado de unión entre los bienes naturales y culturales. La posidonia y las formaciones que origina son y han sido pilar básico en la creación de recursos importantes para la economía de las islas: la pesca, la sal y, en la actualidad, para la industria turística, por la íntima interrelación en la formación de playas y la pureza de las aguas. El mar es, por tanto, una fuente de riqueza y un elemento consustancial de la particular identidad de las Pitiusas. La mayor superficie de fondos marinos que comprende la Reserva Natural de las Salinas corresponde a una extensa plataforma submarina de sustrato arenoso que se caracteriza por su moderada profundidad y la transparencia de sus aguas, que constituyen el ambiente idóneo para la posidonia oceánica , las praderas de la que conforman el paisaje dominante de un ecosistema marino escasamente alterado.

Las praderas de posidonia son consideradas hábitat de protección prioritaria por la directiva Hábitat de la UE. Están estrictamente protegidas por la Orden de 21 de septiembre de 1993 del Gobierno Balear para la Regulación de la Pesca, el marisqueo y la acuicultura sobre fanerógamas marinas en aguas del Archipiélago balear. La Ley de Costas de 1988 y la propia Ley de la Reserva Natural de las Salinas de 1995, constituyen el marco jurídico que protegen los bienes naturales. El área es, además, Zona de Especial Protección de las Aves (ZEPA), está incluida en la Red Natura 2000 de la CEE y está inscrita en el Convenio Ramsar sobre la Lista de Humedales de Importancia Internacional.

Poblado fenicio de sa Caleta

Sa Caleta es el nombre popular de un puerto, con casetas varaderos de pequeñas embarcaciones de pesca, que se encuentra en la costa S-SW de Eivissa, entre el extremo NW de la larga playa de es Codolar y el Puig des Jondal. Justo sobre los desembarcadero, está la muela de sa Caleta. Es una península que, por su lado está también aislada de tierra firme, por el cauce del profundo torrente que finaliza justo en este punto. Su superficie es relativamente aplanada con una cota máxima s.n.m. de 19 m. La acción marina ha erosionado muy gravemente esta península. Hay estudios geológicos que demuestran que, al menos, unos cuarenta metros de línea de costa, especialmente del lado de poniente y sur, han desaparecido en el transcurso de los últimos milenios. Actualmente, aún se conservan 23.770 m2.

La Consejería de Cultura del Consell Insular de Eivissa y Formentera/Servicio Técnico de Arqueología realizó campañas de investigación, en la década de los años 80 y 90 y descubrió que un gran establecimiento fenicio había ocupado toda la península.

Los restos de este asentamiento fueron declaradas Bien de Interés Cultural, con categoría de monumento, mediante decreto de 25 de marzo (36/.1993). Finalmente, en diciembre de 1999 fueron declaradas Patrimonio de la Humanidad.

El espacio de sa Caleta ha sido dividido en sectores que, convencionalmente, se han llamado barrios, y así: barrio portuario, barrio central, barrio NW, barrio S, etc.
El barrio Sur, en conjunto, es el mejor conservado y es lo que actualmente puede ser visitado, protegido con una reja de hierro.

La urbanística del asentamiento de Sa Caleta obedece a un sistema basado en la yuxtaposición de estancias sin ningún tipo de orden en cuanto a la orientación entre ellas, ni en relación a los puntos cardinales. Es como si el espacio hubiera sido repartido entre los colonizadores, que fueron construyendo diferentes ámbitos separados unos de otros por unos pocos metros; formando unidades independientes desde un punto de vista arquitectónico,

En una segunda fase, que tendría lugar pocos años después, se observa una frecuente transformación de los ámbitos construidos ampliándolos generalmente con una ò dos habitaciones, aunque en algún caso se llegaron a crear hasta siete, con la compartimentación de las preexistentes. Al menos en algunas áreas que ha sido posible estudiar a fondo, se llegó a saturar el espacio dando lugar a una urbanística arcaizante e improvisada.

Las unidades arquitectónicas están separadas por espacios, en ocasiones muy reducidos, comprendidos entre las diferentes construcciones y han de ser considerados como placetas, con plantas poligonales y arbitrarias. Entre las diferentes unidades existen callejones estrechos y cortos

Inicialmente la mayoría de las estructuras debían ser mono ò , menos frecuentemente , bicelulares. Hay algún caso,  aunque raro, en el que se han documentado unidades constructivas con tres ámbitos proyectados al mismo tiempo. Adoptan siempre una forma rectangular, más o menos alargada, y a veces trapezoidal. Sus dimensiones varían, aunque existen  dependencias de considerables proporciones como es el caso de una que tiene muros de 10 m de largo por 3,60 m de ancho; con un espacio interior útil de 29,5 m2. Otras, que corresponden a pequeños almacenes, solo alcanzan 2,9 m2 de espacio interior. Estos son los casos extremos, pero hay toda una gama de  medidas  intermedias.

En la actualidad, el asentamiento de Sa Caleta ofrece uno de los más sugestivos esquemas en cuanto a la tipología de las casas fenicio-occidentales arcaicas que por ahora se conocen.  Se trata de un sistema de yuxtaposición de elementos, según las necesidades, y sin atender a una planta prefijada.

La mayoria de las puertas de entrada a las dependencias tienen zócalos  de mampostería, y en algunos casos se ha podido constatar la existencia de entalladuras para las hojas de las puertas de madera.  
 
Normalmente, el substrato rocoso de caliza es el suelo habitual de la estancias que a veces presenta una especie de tierra batida arcillosa. Los muros son de mampostería de piedra caliza irregular del lugar, con una mezcla de tierra roja de limos y arcilla. Los techos tendrían sistemas de vigas y otros elementos vegetales acabados con una capa de arcilla relativamente gorda. 

En algunos puntos comunales del poblado, se ha documentado la existencia de grandes hornos, tal vez para la cocción del pan. Tienen una plataforma circular de piedra sobre la que se encuentra la cámara de combustión cubierta por un cúpula de barro. Uno de ellos es visible el barrio sur.

Los materiales hallados en Sa Caleta responden al repertorio típico de los establecimientos fenicios occidentales. Aparece la cerámica a torno, a menudo con engalba roja, otras veces sin tratamiento específico. Las formas son variadas, especialmente ánforas, jarras y jarros, platos, lucernas y otros. Junto con ella, la cerámica hecha a mano que frecuentemente responde a formas características del bronce final del sudeste ibérico, proveía el asentamiento de Sa Caleta de utensilios para cocinar.

Se localizaron también otros elementos como anzuelos de bronce, prueba de las actividades pesqueras que desarrollaban, piezas  de telar, testimonios de la elaboración de tejidos y otros. Además, se encontraron numerosos molinos de piedra arenisca, que debieron utilizarse para   convertir el grano en harina, y tal vez también para  moler otros productos.

Es sin duda la metalurgia, la que ocupa el lugar más relevante dentro de las actividades económicas de los fenicios de Sa Caleta. Restos de mineral de galena argentífera han sido hallados en casi todas las unidades excavadas del asentamiento, de norte a sur y de este a oeste de la península que ocupa. Esta galena normalmente era fundida en el propio poblado para obtener plomo, pero también hay indicios de su transformación para la extracción de plata. También se ha constatado la metalurgia del hierro, que era tratado en hornos especialmente construidos y que funcionaban con combustible vegetal ventilados por tubos que insuflaban aire.

El mineral, sobretodo la galena, es probable que fuera obtenido por los mismos  fenicios en los centros del bronce final / hierro antiguo del levante peninsular y de las costas catalanas, donde lo intercambiaban por productos como vino, aceite y otros elementos económicos.

Otro factor económico importante fue, con toda evidencia, la explotación de la sal; teniendo en cuenta que Sa Caleta está separada de las importantes salinas naturales de Ibiza tan solo por unos pocos cientos de metros. Incluso, la inexistencia de otros asentamientos fenicios en el resto de la isla de Ibiza puede encontrar una explicación convincente en este factor.

Sobre la península de Sa Caleta, fenicios procedentes con toda seguridad de la costa ibérica –donde se habían instalado unas décadas antes- se instalaron de forma progresiva; seguramente desde finales del siglo VIII hasta convertir todo el espacio aprovechable en un gran núcleo urbano a lo largo del siglo VII a.n.e., siendo pues, el núcleo más septentrional del Mediterráneo occidental.

Hacia los años 600-590 a.n.e., sa Caleta fue abandonada de forma total y definitiva. Seguramente se instalaron en la bahía de Ibiza, en el Puig de Vila, donde fundaron la ciudad de Ibiza; un lugar que a la larga, respondía mejor a las expectativas de organización y crecimiento que los fenicios habían visto en esta isla.

Por todo ello, la declaración como Patrimonio de la Humanidad de Sa Caleta hace justicia a su carácter predecesor de la ciudad; y es aquí donde es posible evocar tanto el significado histórico, como su enorme impacto cultural, y el contacto directo con las formas de vida de su tiempo.

Con el establecimiento de sa Caleta, las Pitiusas entran en la historia y en la “modernidad”. Los fenicios trajeron a las islas conceptos nuevos y desconocidos: la urbanística, la cerámica a torno, la metalurgia del hierro y la escritura, entre otros.